Complejidad a escala humana y mindfulness a escala social
A propósito de las elecciones en nuestro país he estado pensando en la definición que el filósofo Daniel Innerarity hace de la complejidad. Una situación es compleja, señala, cuando puede adoptar diferentes configuraciones. Es decir, cuando puede cambiar inesperadamente, de manera impredecible y no controlable. Y es que las elecciones nos han tenido en una montaña rusa de cambios y sacudidas, y tal como dijo alguien, el (o la) guionista merece un premio mayor. Las situaciones complejas operan bajo una lógica no lineal, sin manual ni receta como orientación.
En su libro “Una teoría de la democracia compleja (2020)”, Innerarity comenta que, según un principio de la teoría de las organizaciones, el aumento de incertidumbre del entorno (pandemia y elecciones en nuestro país) requiere un incremento de la complejidad del sistema (organizaciones y sistema político en general). Los sistemas complejos, nos señala Innerarity, necesitan una arquitectura igualmente compleja de gobierno para su auto organización, ya que solo la complejidad puede reducir la complejidad. De lo contrario, intentar resolver la complejidad con soluciones simples y no ajustadas al contexto, solo empeorará las cosas.
Vivir en un mundo complejo e incierto puede generarnos emociones contradictorias, abrumamiento y frustración, por un lado, y esperanza y compromiso, por otro. Por esta razón creo que intentar vincular la complejidad con las prácticas de mindfulness puede ofrecer un fecundo punto de intersección entre la transformación social e individual que esta época nos está demandando. Junto con pensar en sistemas complejos y auto organizados, es igualmente importante aterrizar la complejidad al nivel de las personas, en especial a quienes toman decisiones y ocupan cargos de liderazgo, como ejecutivos de organizaciones, directores de escuelas, políticos, docentes, y padres y madres.
Me parece que la definición de mindfulness (capacidad de colocar la atención de manera deliberada en el momento presente con una actitud de no juicio y aceptación) ha tendido a centrarse fundamentalmente en el logro a obtener, lo que ha dejado de lado justamente la complejidad propia del ejercicio vivencial que conlleva involucrarse en este tipo de prácticas.
La práctica central del mindfulness, la meditación sentado, nos invita a llevar la atención a la respiración y volver a ella cada vez que notemos que nos hemos distraído. Y realizar esto de manera amable y sin juicio, por cierto. ¿Cuál es la complejidad en este ejercicio aparentemente tan simple? Veamos. Con este ejercicio (y las demás prácticas de Atención Plena) te relacionas, a través de tu experiencia, con la contradicción de que, mientras más te distraigas, más posibilidades tendrás para darte cuenta que necesitas re enfocarte. Visto así no hay manera de hacerlo mal, pero tampoco hay forma de hacerlo bien.
Es paradójico y contradictorio, porque al distraerte (solo así), puedes regresar al momento presente y mientras más te centres en el resultado (lograr la meta de no distraerte), pierdes el resultado (te distraes) Por eso es que, a través del entrenamiento de este tipo de prácticas, las personas pueden desarrollar la flexibilidad mental, la creatividad, la amabilidad y la escucha atenta. Las investigaciones empíricas han evidenciado que las personas desarrollan conductas más éticas y más colaborativas al entrenarse con este tipo de ejercicios.
En medio de este escenario de complejidad social, propongo que las prácticas de mindfulness pueden ser consideradas valiosas herramientas para cultivar la complejidad personal e interpersonal.
Bruno Solari M.
Director Consultora Mindfulness