La Búsqueda del Tesoro en modo vacaciones

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Santiago en verano, como muchas otras ciudades, cambia de ropa. Menos autos, menos apuros por la mañana, menos “¡la cartulina!” a las 10 de la noche; más horas de juego en el parque, mañanas deportivas, paseos improvisados… Es el “modo vacaciones” de los estudiantes.

¿Han visto a los niños saltando en las camas elásticas, de esas que tienen una malla anticaída? Estaba mirando esa escena hace unos días, con ganas de tener varios años menos para sumarme al juego, y comencé a pensar en el contraste entre el “modo vacaciones” y el “modo colegio”. ¿Cuál es para ustedes la principal diferencia? ¿Qué distingue un modo del otro? Lo primero que viene a mi mente es la sensación de bienestar y el goce del momento presente. Ante esto, me voy a detener en dos aspectos que convendría experimentar tanto en “modo vacaciones” como en “modo colegio”, considerando que ambos son instancias posibles de aprendizaje y autoconocimiento.

Lo primero, es el tiempo destinado al juego y la exploración. Si bien tradicionalmente se ha separado juego y trabajo o juego y estudio, es el juego una herramienta pedagógica crucial y necesaria para lograr el aprendizaje. Si entendemos que el aprendizaje es una transformación de cómo nos relacionamos con el mundo y con nosotros mismos, veremos con claridad que requiere de exploración. Las transformaciones no pueden ser impuestas, ni maquilladas, sino experimentadas. Explorar implica estar abiertos y curiosos ante lo que surja, sin juicios. Una actitud mindful, que destaca Patricia Jennings, líder en la enseñanza de las prácticas de Mindfulness en educación, quien nos invita a observar y observarnos en el proceso de aprendizaje.

Tal como los niños saltando en la cama elástica, es necesario ofrecer un contexto que permita el juego. Esto nos lleva al segundo aspecto que quiero mencionar: el riesgo. La posibilidad del error, sin el cual no ocurre el aprendizaje, puede aterrarnos si se asocia al riesgo de dejar de ser aquello que creemos que somos o queremos ser, no cumplir con las expectativas. ¿Recuerdan la sensación de riesgo en su propia trayectoria educativa? Notoriamente distante de la sensación de la cama elástica con mallas anticaída, donde no hay peligro para el novato ni para el experto, donde cada salto se enfrenta como el primero, porque nunca es igual al anterior, porque cada salto es una oportunidad para experimentar con una pirueta diferente.

Patricia Jennings sostiene la importancia de enfrentarse a desafíos en un contexto seguro y prosocial, es decir, que las acciones de quienes interactúan estén orientadas al bienestar y beneficio tanto propio como de los demás, en un espacio seguro y amable socioemocionalmente. Si bien, las personas solemos adaptarnos al estrés crónico para prosperar en contextos desafiantes, estos comportamientos pueden impedir el logro de aprendizaje, en tanto el miedo frena la exploración. Más que adaptarnos al estrés, podemos desarrollar prácticas, pequeños cambios que nos permitan aprender sin estrés, inspirados en el juego.

Hay que distinguir entre el riesgo (que me pone en tela de juicio como aprendiz, hijo, alumno) y las consecuencias de las acciones (que son informativas de un procedimiento). Lo importante es promover la exploración en un espacio seguro, donde me pueda equivocar toda vez que así sea sin que eso afecte mi valor y bienestar. La malla me atrapa y continúo el juego.

La invitación es a observarnos en la búsqueda del tesoro. ¿Qué nos permite aventurarnos? ¿Qué prácticas, contextos, relaciones y estructuras nos permiten confiar en la exploración, atrevernos a continuar el juego dándole espacio al error y conservar el bienestar en el momento presente durante los procesos de transformación/aprendizaje?

 Mi respuesta va por el mindfulness!

 Escrito por: Daniela Morrás.

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